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A medio camino entre Luang Prabang y 4.000 Islands está la cueva de Konglor. Un enclave salvaje y virgen, ideal para desconectar del mundanal ruido

Cueva de Konglor, el corazón salvaje de Laos

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No es la primera vez que hablo en mi blog sobre mis debilidades. Si en su día ya cité a Nora Roberts e Irlanda, hoy es el turno de los parajes naturales y las cuevas. Creo que este gusto por visitar «túneles subterráneos» me lo ha contagiado mi hermana, la cual acumula en su haber un buen curriculum de visitas nacionales.

Cuando trazamos nuestro itinerario de viaje por Laos, las únicas visitas que teníamos claras eran: Luang Prabang (al norte), Konglor (en el centro del país) y 4.000 islands (al sur). De ellas, sin duda, Konglor es la menos turística y popular. Su complicado acceso y situación, hace que quede excluida de la mayoría de itinerarios viajeros.

Bajo un sol de justicia llegó el momento de abordar nuestro segundo destino estrella, aunque sería más correcto calificarlo como aventura estrella ya que llegar hasta allí y la propia actividad que se realiza es como hacer un Transiberiano de dos días de duración a 35 grados a la sombra. Agotador pero gratificante.

La cueva de Konglor es, sin muchos titubeos, una de las más espectaculares en las que he estado. Dentro de la zona nacional protegida de Phou Hin Boun, se encuentra esta maravilla de la naturaleza de más de 7,5 Km de longitud. Se trata de una cueva fluvial de piedra caliza, atravesada por el Río Hin Phou, con paredes de más de 100 m de altura en algunos tramos.

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Las visitas comienza a las 8 de la mañana y se alargan hasta las 17 horas. A la llegada, lo primero que hay que hacer es comprar el ticket de entrada al recinto (5.000 kips) y buscar a otras personas con las que compartir el barco, para que el trayecto sea más económico (100.000 kips es el precio de la barca a repartir entre un máximo de tres personas).

Durante la siguiente hora y media se puede contemplar un paisaje de gran belleza, con tramos que transcurren dentro de la cueva, entre estalagmitas y estalactitas, prácticamente a oscuras, y otros exteriores en los que poder tomar un baño al final de la visita.

El recorrido es a bordo de la barca, salvo los tramos en los que debido al escaso nivel del agua y a la poca profundidad hay que bajarse y empujar (por lo que llevar chanclas es la mejor opción). Además, durante diez minutos se pueden estirar las piernas admirando el interior de la cueva por un recorrido iluminado, ideal para tirar fotos y contemplar sus milenarias formaciones rocosas.

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Una vez fuera, justo a la entrada de la cueva, se encuentra el poblado de Ban Natane. Allí es posible conocer el Laos más rural y ver cómo viven sus habitantes, completamente aislados de la civilización y con la conexión a internet más cercana a 45 km de distancia.

Es una delicia pasear por sus «carreteras» de tierra, embriagándose con el intenso color verde de los campos de cultivo que se suceden a uno y otro lado del camino. Además, se puede hacer Homestay, es decir, dormir en la casa de los habitantes del poblado, lo cual resulta muy interesante porque te permite interactuar con ellos y compartir plato a la hora de las comidas. Nosotros no encontramos ninguna familia dispuesta a alojarnos por lo que tuvimos que conformarnos con una Gesthouse de las muchas que existen.

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Para llegar a Konglor desde Vientiam empleamos un día y medio. Primero viajamos en autobús hasta Thakhek, dormimos allí, y al día siguiente cogimos un bus a Nahin, una población a tan sólo 45 km de distancia de la cueva, desde la que hay que coger un minivan para llegar. Vamos, una auténtica odisea como la de Homero.

Según he leído, también es posible llegar a Konglor realizando un circuito en motocicleta de varios días por el centro de Laos conocido como «Loop» o, si se viaja de norte a sur, coger un bus directo desde la capital de siete horas de duración. Si existe, desde luego que es la mejor opción.


Hola! Soy Patricia, fácilmente me podrás encontrar de ruta por Noruega, haciendo fotos en Seúl o comiendo paella en Ibiza. He viajado a casi 50 países y tachado de la lista algunas aventuras épicas que siempre quise vivir.

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