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Cuando viajas a veces el regreso a casa es la parte más dura, sobre todo si sientes que has vivido algo tan especial que temes que no se vuelva a repetir

De vuelta a casa

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Recuerdo cuando escribí la frase: «Vuelvo a escribir, vuelvo a viajar, vuelvo a soñar». Faltaban apenas unos días para que iniciara la gran aventura de mi vida por tierras asiáticas. Asociaba el hecho de viajar con volver a sentirme viva y pensaba que mis siete meses de viaje no tendrían fin. Pero los días fueron pasando, uno tras otro, y con ellos las semanas y los meses, hasta que sin saber muy bien cómo llegó mayo y con él el momento de cargar con la mochila por última vez e iniciar el viaje definitivo, el de vuelta a casa.

Perdonad si no he escrito antes. Antes de hacerlo quería darme un tiempo para ver cómo me iba readaptando a mi vida de siempre, por mi tierra de siempre, con mis rutinas de siempre. Poco a poco la nube en la que te subes, que te hace volar, va descendiendo de altura hasta que toca tierra firme y te das cuenta que vuelves a estar en el mismo punto geográfico que hace siete meses, pero tu mente y tu manera de pensar han cambiado, han evolucionado.

Veo como la misma acción, conversación o anécdota que el año pasado me provocaba según qué reacción, ahora me provoca otra y me sorprendo por ello. Siento cómo ahora renuncio a pensar en pequeño para empezar a pensar a lo grande. No estoy dispuesta a conformarme con lo que el devenir de la vida esté dispuesto a darme, quiero luchar por aquello que deseo y amo. Perseguir uno o varios sueños, aunque desde fuera pueda parecer idealista. Me importa poco la opinión de personas que no me conocen y que se dedican a juzgar al vecino como deporte nacional (español). Mi actitud ante la vida es diferente, es mucho más positiva y optimista, y la culpa de que así sea, aunque suene reiterativo, la tiene el hecho de viajar por el mundo, con lo que todo ello implica.

Sihanouk Ville
Impresionante atardecer en la costa camboya

Tomsk
Parada de un día en la congelada ciudad de Tomsk, situada en mitad de Rusia

taiwan
Humilde morada a los pies de una iglesia dentro del increible Taroko National Park, en Taiwan.

Son innumerables las personas que conocí en el último medio año y que de una manera u otra han dejado su impronta en mí. Cuando pienso en Ewerthon y sus desayunos mañaneros, me acuerdo de Panupong y su sonrisa inocente, y también me viene a la cabeza Geraldine y su extraordinario sentido de la gratitud. Estas tres personas no tienen nada en común entre ellas y seguramente nunca se lleguen a conocer. El único nexo de unión seré yo. Pero lo que es innegable es que todas ellas me aportaron algo muy preciado, diferente e irremplazable: conocer el significado de la palabra diversidad.

Cada uno de esas personas, al igual que las que ya conocía, tiene su manera de pensar, actuar y relacionarse. Los hay que son emprendedores, funcionarios, musulmanes, católicos, budistas, moteros, surferos, hippies, siniestros, gays, heteros, viajeros, caseros, blogueros, informáticos… cada uno de su padre y de su madre, con su manera de ser y cultura aprendida desde pequeños.

Me siento orgullosa por haberme dado la oportunidad de recorrer países tales como Lituania, Rusia, Corea del Sur, Japón, Taiwán, Filipinas, Tailandia, Laos, Camboya, Malasia, Singapur, Sri Lanka o Dubái. En cada uno de ellos la forma de ser y actuar de sus gentes, su historia, su gastronomía, su cultura… difiere los unos de los otros y esa es la mejor parte, la más enriquecedora. Si todos fuésemos conscientes de las infinitas formas de vivir y pensar que hay en el mundo, cuanto menos seríamos más tolerantes y menos juiciosos.

Regreso con la cartera vacía pero con el corazón lleno. Ha habido momentos en los que tenía ganas de dejarlo todo y volver, volver a la zona de confort donde pisar sobre suelo seguro reconforta. Pero me alegro de no haberlo hecho y haber sobrellevado de la mejor manera posible los instantes de tristeza, pesimismo y duda, que no han sido pocos, ya que viajar con la mochila al hombro, con bajo presupuesto y lejos de los tuyos, es duro en numerosas ocasiones.

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Un día en el que salimos a dar una vuelta en bicicleta por 4.000 Island, en Laos.

Ordenación
Durante la ceremonia de ordenación de un monje budista en Tailandia

FERRY COREA
En el ferry que cogimos para poder llegar a Corea del Sur desde Vladivostok (Rusia)

Ya no hay más trenes que coger, ni más viajeros con los que compartir impresiones sobre la vida, ni maravillas del mundo de las que enamorarse, ni comida picante con la que sufrir, ni necesidad de comunicarse a través del lenguaje de signos… en definitiva, todas esas pequeñas cosas que hacen de la vida en la carretera un continuo regalo inesperado. Pero no puedo estar triste porque si hago examen de conciencia, me doy cuenta de lo mucho que he disfrutado y sonrío.

Como escribí hace unos días, mi ciudad me recibe con los brazos abiertos y no puedo evitar abrazarla con todas mis fuerzas. Estoy ansiosa por perderme por las calles donde aún se puede respirar la impronta de los Austrias, comer un chocolate con churros en San Ginés, salir por La Latina, tumbarme en El Retiro e incluso contagiarme del ritmo acelerado al caminar que caracteriza a todo buen madrileño, que siempre parece tener prisa.

«Y ahora que todo ha terminado, ¿qué vas a hacer?» es la pregunta que más gente me ha hecho en las últimas dos semanas. Lo bueno es que nada ha terminado. Sí, puede que el «Megaviaje», como así se bautizó el verano pasado, haya llegado a su fin… pero las consecuencias del mismo no han hecho más que empezar a dar sus frutos y muchas aún están por llegar. Veremos a ver qué nos depara el futuro aunque confío en que estará acorde con la capacidad que cree tener cada uno para cambiar su propia vida.


Hola! Soy Patricia, fácilmente me podrás encontrar de ruta por Noruega, haciendo fotos en Seúl o comiendo paella en Ibiza. He viajado a casi 50 países y tachado de la lista algunas aventuras épicas que siempre quise vivir.

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2 Responses
  1. Gloria

    Leo tus últimos comentarios y observo la satisfacción que te inunda. No es para menos.
    Eres valiente como una amazona.
    He seguido tu viaje a través del blog y te FELICITO.

    1. Hola Gloria!!

      Muchísimas gracias!! Parafraseando al Rey en el discurso de Nochevieja: tus palabras me llenan de orgullo y satisfacción. Lo cierto es que ha sido una experiencia inolvidable. A lo largo de estos siete meses puedo decir que he aprendido y aprovechado cada segundo. Espero seguir con esta misma dinámica próximamente!
      Un abrazo!!

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