Hacía apenas 48 horas que había comenzado a viajar en solitario y ya me había caído del cielo la primera propuesta irrechazable de las muchas que vendrían después. «¿Quieres ir a ver la ceremonia de ordenación de un monje budista?»… ¿habría entendido bien? ¿de verdad iba a ser tan afortunada de poder asistir a un acto de esta índole?
A las 7 de la mañana Panupong, mi amigo tailandés, me recogió en la puerta de mi Gesthouse y me llevó hasta un templo situado en mitad de la selva, cercano a la localidad costera de Prachuap, a unas cinco horas al sur de Bangkok. Cuando llegamos, un numero considerable de familiares y amigos de Tae ya se congregaban en las inmediaciones de la capilla principal.
Efectivamente, en cuestión de una hora iba a tener lugar la ceremonia por la cual Tae, un chico de 27 años, vendedor en unos grandes almacenes, se ordenaría monje budista. Un acto muy valorado y reconocido positivamente por la sociedad tailandesa que implica, entre otras cosas, seguir las 227 reglas del Vinaya.
Según una página especializada en budismo, el Vinaya Piṭaka está compuesto por las reglas de disciplina establecidas para regular la conducta de los discípulos del Buda que han sido admitidos como bhikkhus y bhikkhunīs en la Orden. Estas reglas comprenden las prescripciones autorizadas por el Buda acerca de los modos de conducta y restricciones de las acciones físicas y verbales.
En Tailandia la edad mínima para ordenarse monje budista es de 20 años, siendo habitual que los jóvenes se ordenen monjes por un período corto de tiempo que puede durar días, semanas, meses o incluso años. Esta decisión depende de cada monje.
Un caso muy habitual entre los jóvenes tailandeses con una vida estable, lejos de los templos, es ordenarse monje por tan sólo un par de semanas o un mes, el tiempo de vacaciones que pueden solicitar en sus respectivos trabajos. Transcurrido dicho período, la mayoría vuelve a su rutina habitual.
Muchas culturas del sureste asiático consideran a la ceremonia de ordenación como una forma de honrar a los padres por el esfuerzo realizado al criar al recién nombrado monje. Un joven que por el hecho de haberse convertido en monje es considerado más adecuado y maduro para casarse y formar una familia.
Volviendo a la crónica de lo que sucedió esa mañana, tras un contundente convite de bienvenida llegó el momento de la ordenación. La banda de música encabezaba una procesión cuyo protagonista era Tae, al cual seguían sus familiares más allegados, amigos y el resto de la multitud. Entre música y cánticos, dirigimos nuestros pasos lentamente hacia el templo principal. Una vez frente a él, como manda la tradición, rodeamos el templo tres veces en el sentido de las agujas del reloj y realizamos unas cuantas oraciones y rezos.
Justo antes de que atravesásemos la puerta de acceso al templo principal y diera comienzo la ceremonia de ordenación, fue el momento para las fotos de rigor, de orar unas cuantas veces mas y de que Tae se «despidiese» de su actual estado. A continuación, todos los presentes se adentraron en el templo y dio comienzo la ceremonia.
Una hora después, Tae volvía a cruzar el umbral del templo pero esta vez convertido en monje, para orgullo de todos los que allí nos congregábamos. Además, lucía un aspecto diferente ya que vestía la tradicional túnica de color azafrán. Hacerse una foto con él no fue tarea fácil ya que los monjes budistas tienen prohibido el contacto con mujeres, por lo que me tuve que hacer la foto a dos metros de distancia… ¡toda prudencia fue poca!
Y de esta manera concluyó una de las experiencias más auténticas de las que he vivido en mis años como viajera. Tailandia, el budismo y su gente se está revelando como un país cautivador y me está dejando un sabor de boca mucho más dulce del que me llevé hace tres años cuando estuve aquí por primera vez. A ver qué tal se me da el norte… ¡Saludos desde Ayutthya!
P.S.: ขอให้พระเต้ ได้เข้าถึงพระธรรมของพระพุทธเจ้าอย่างแท้จริง
Hola! Soy Patricia, fácilmente me podrás encontrar de ruta por Noruega, haciendo fotos en Seúl o comiendo paella en Ibiza. He viajado a casi 50 países y tachado de la lista algunas aventuras épicas que siempre quise vivir.
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Precioso, Patri!
Muchas gracias, Dimitry! 😉