Entre el Museo del Louvre y la Plaza de la Concordia se encuentra el jardín de las Tullerías, uno de los espacios verdes más importantes de la capital mundial de las luces y principal atracción de las palomas gabachas que, con frecuencia, descansan sobre alguna de sus numerosas estatuas neoclásicas que hay esparcidas por todo el conjunto.
Pero este jardín no siempre exhibió a sus visitantes el mismo aspecto que posee ahora. Con el paso de los siglos, las Tullerías ha modificado paulatinamente su morfología. Corría el año 1564 cuando Catalina de Médicis mandaba construir un palacio rodeado por un gran jardín de estilo florentino para su uso personal, sobre una antigua fábrica de tejas o «tuiles» (de ahí su nombre).
Durante la Revolución francesa, tanto el palacio como los jardines se convirtieron en el epicentro de poder republicano. Fue entonces cuando se llevó a cabo un nuevo plan de restructuración que abogaba por instaurar el estilo de jardín inglés: incrementando los espacios de césped y reemplazando las macetas por árboles.
Durante el período de mandato de Napoleón, se erigió el Arco de Triunfo del Carrousel con el fin de unir el Louvre y el Palacio de las Tullerías, al tiempo que regresaban las grandes fiestas a los jardines. Pero en 1870 el Palacio sufrió un grave incendio debido a los sucesos de la Comuna de París, que llevaron a la definitiva demolición del Palacio, no así del jardín.
En la actualidad, las Tullerías atesora el honor de ser el primer jardín público de París gracias a la obra llevada a cabo por el arquitecto Le Nôtre, por encargo de Luis XIV, en el año 1664. Su aspecto definitivo se fijó durante el año del bicentenario de la revolución, en 1889. Desde entonces, las Tullerías se ha consagrado como uno de los principales atractivos de paseantes y turistas, que encuentran en este pequeño pulmón verde un remanso de paz y tranquilidad en pleno centro de París.
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