San Petersburgo: monumental y humana al mismo tiempo

San Petersburgo fue donde comenzó nuestro viaje en tren por Rusia: el Transiberiano. Conoce mi visión personal de una ciudad monumental a la vez que humana

5 min de lectura

Una de las iglesias más famosas de San Petersburgo es la de Iglesia del Salvador sobre la sangre derramada o Iglesia de la Resurrección de Cristo, levantada en el lugar donde el zar Alejandro II fue asesinado por un atentado bomba en 1881

Cuando viajamos normalmente tendemos a calificar los sitios que visitamos basándonos en diversos factores. Varios de ellos tienen que ver con los lugares, monumentos, restaurantes a los que se van y otros tantos con las experiencias vividas y personas conocidas. Como norma mi cabeza hace un combo de todos y San Petersburgo no iba a ser una excepción. Una vez más me resulta imposible disociar unos factores de los otros.

Si soy sincera, venía con ciertas expectativas acerca de los que pensaba encontrarme en San Petersburgo en lo que respecta a su lado más monumental, no así en su lado más humano, ya que casi todo el mundo que conozco que ha visitado Rusia coincide en que son personas de carácter agrio y desagradable. Primer mito que se cae al suelo…

Desde el tambor de la cúpula de la Catedral de San Isaac se puede ver una vista completa de San Petersburgo

El carácter amable de los rusos

Justo después de bajarnos del autobús procedente de Letonia, fuimos a desayunar a un centro comercial cercano. Entonces, un hombre y una mujer (Alexander de Siberia Central, y Julia, letona de nacimiento) se abalanzaron sobre nosotros mientras hacíamos cola para pagar el desayuno y nos hicieron compañía el resto de la mañana. En cuestión de un par de horas ya nos habían contado sus vidas a corazón abierto y nos habían hecho una primera carta de presentación de cómo es el carácter ruso.

Horas más tarde, nos subían a un taxi, nos llevaban hasta la casa de nuestros primeros couchsurfers y nos pagaban el importe del trayecto. Y todo esto ¿Por qué?, ¿Generosidad?, ¿Pero no decían que los rusos eran unos estirados?

Cuando llegamos a casa de nuestros anfitriones, situada en pleno centro de San Petersburgo, a escasos tres minutos andando del Hermitage (todo un lujo), ya nos estaban esperando. Nos llevaron a un local dedicado al ocio en el que poder tomarte un té con pastelitos al tiempo que tocas algún instrumento musical, te recuestas tranquilamente en alguno de sus sillones o, como hicimos nosotros, juegas a las películas. Algo diferente, sin duda.

Vista desde un canal de San Petersburgo
Otra fotografía de uno de los numerosos canales que horadan San Petersburgo

Esa misma tarde nos propusieron acompañarles a hacer una excursión a un faro abandonado situado a las afueras de la ciudad. Plan inesperado a la par que divertido… qué antipáticos estos rusos, ¿no?

San Petersburgo, una ciudad para visitarla con calma

A la mañana siguiente y durante los dos próximos días estuvimos haciendo turismo por la ciudad, visitando su lado más monumental y viendo los entresijos de una urbe que, a pesar de sus dimensiones, la zona más interesante está muy centralizada en una misma área y las distancias entre las diferentes atracciones no son excesivamente grandes.

Mientras visitamos el interior de la Catedral de Kazán de San Petersburgo tuvimos la suerte de ver una boda ortodoxa.

Ligeramente decepcionada por no encontrar sus calles y canales cubiertos por un manto blanco, tuvimos la suerte, en cambio, de poder asistir a una boda ortodoxa en la Catedral de San Isaac. Un rito que no tiene nada que ver con el católico y que sin duda merece la pena ver.

Sobre las 17:00 h la luz solar desaparecía y daba paso a una ciudad que brillaba con luz propia. Todos sus monumentos cobraban vida, en parte, debido a la colorida iluminación con la que se tiñen las paredes de las fachadas grisáceas durante el día. Es por ello que dar uno, dos o todos los paseos nocturnos que se quieran es una de las actividades con más encanto.

Además, durante la noche, a la una de la mañana para ser exactos, tiene lugar la subida o apertura de varios de los puentes más importantes que hay en San Petersburgo. Otro reclamo turístico que no hay que perderse.

Fuegos artificiales nocturnos sobre el Museo del Hermitage, en San Petersburgo

Tras 48 horas de intenso turismo, llegó el momento de de visitar uno de los museos con más renombre y fama internacional del mundo: el Hermitage. Dado que las expectativas que tenía eran tan altas, cuando concluyó la visita la sensación que tenía era de ligera decepción.

Es cierto que el Hermitage puede presumir de tener una de las colecciones más amplias pero no así de mayor importancia, bajo mi punto de vista claro. Tras haber visitado El Prado, el Louvre o el British Museum, una se queda con ganas de más. Sin embargo, es cierto que la colección de arte ruso y siberiano, como era de esperar, es inigualable.

El Museo del Hermitage, ubicado a orillas del Río Neba, engloba un total de seis ediicios entre los que se encuentra el antiguo Palacio de invierno, residencia oficial de los antiguos zares de Rusia.

Tras una emotiva despedida de nuestros primeros couchsurfers (para los que no sepáis lo que es, podéis leer el artículo que publiqué sobre ello) nos dirigimos a la estación de tren desde la cual teníamos que coger nuestro primer tren nocturno con destino a Moscú.

Aunque suene como si fuera una locura, una vez más la suerte estaba de nuestro lado y nos hizo perder el primer tren del viaje, que no el último, y gracias a ello conocer a Dimitri, una persona tan especial y diferente que solo por ella ya valía la pena haber salido de casa a recorrer mundo.

Moldavo de nacimiento, criado en Cataluña y estudiante en San Petersburgo, Dimitri se convirtió en nuestro primer intérprete ruso, ayudándonos a sacar el ticket para un nuevo tren a Moscú al día siguiente. Más tarde, la noche pasaba lenta en un pub, al tiempo que intercambiábamos impresiones de uno y otro tema y hablábamos de la vida, auspiciados por el humo de un bong o pipa de agua y rodeados por algún que otro personaje local que de vez en cuando amenizaba la velada debido a la monumental borrachera que llevaba.

De paseo durante una tarde otoñal por la Fortaleza de San Pedro y San Pablo, en San Petersburgo

Dicen que viajar es una acumulación de experiencias, ¿no? pues en esta ciudad vivimos algunas inolvidables, sin duda. Y todo ello gracias fundamentalmente a las personas que durante esos cinco días se cruzaron en nuestro camino… pero para nuestra sorpresa, tan sólo acabábamos de comenzar a conocer el lado más humano de una Rusia que va mucho más allá de las katiuskas, el Kremlin y su historia a caballo entre Zares y comunistas. Por fortuna para nosotros Rusia está siendo mucho más.

Próxima parada: Moscú

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5 Responses
  1. Ésto es para mí empezar el día con el pie derecho. No tengo palabras, solo una sonrisa de oreja a oreja qe me da a mí qe no me será fácil deshacerme de ella.. Maravillosas palabras, maravillosa descripción y mejor selección fotográfica imposible.

    1. Es un verdadero regalo de cumpleaños poder leer estas palabras tal día como hoy. Por comentarios con el tuyo vale la pena que Escribe cuando llegues exista!
      Gracias por cruzarte en nuestro camino.
      Un beso fuerte.

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