¿Conocéis la sensación que se tiene cuando te han hablado tanto de alguien que, aunque no lo conozcas en persona, es como si fuera tu amigo de toda la vida? Lo mismo me ocurrió con Vang Vieng, una ciudad situada al norte de Laos, a medio camino entre Luang Prabang y Vientiam.
Todo aquel con el que nos encontrábamos que había estado en Laos nos hablaba de Vang Vieng y lo cierto es que comenzábamos a coleccionar un sin fin de opiniones de lo más diversas y variopintas. Desde algunos que la denominaban la ciudad de la fiesta por excelencia, hasta otros que la calificaban de ciudad fantasma.
Con mucha curiosidad, Vang Vieng nos dio la bienvenida un jueves noche. ¿Nos vamos de marcha? Mejor no, que había que descansar del viaje desde Luang Prabang, que si no había sido el peor de mi vida, poco le faltaba. Un total de 230 km de auténtico terror por una carretera de curvas infinitas a lomos de un autobús que apenas frenaba.
Además, al día siguiente nos esperaba disfrutar de la actividad que convirtió a esta ciudad en un destino con renombre internacional: el tubing. Allá por el año 2005 comenzaron a crearse las primeras empresas que alquilaban flotadores para deslizarse por las aguas del Río Nam Song, al tiempo que se paraba en los numerosos bares, pubs y discotecas que había en la orilla. Divertido ¿verdad? Permitidme que os ponga en antecedentes…
A pesar de que la idea de deslizarse río abajo subido en un flotador, mientras se bebe alcohol a espuertas no es lo más prudente que se pueda escuchar, las autoridades locales no tomaban cartas en el asunto y Vang Vieng pasó de ser un paraíso natural a convertirse en un popular destino de mochileros de todo el mundo cuyo único objetivo era emborracharse y salir de fiesta, ya que aquí el precio del alcohol y demás sustancias era bastante económico.
Como consecuencia, tan sólo en el año 2011 alrededor de 27 personas perdieron la vida en el río. Las muertes, lejos de cesar, continuaron aumentando en 2012. Es común escuchar leyendas urbanas o no tan urbanas sobre cuerpos inertes flotando río abajo o personas borrachas, que apenas pueden guardar el equilibrio, deambulando por las calles.
Tras la muerte de dos turistas australianos que ocuparon los titulares de algunos diarios internacionales durante el verano del 2012, los gobiernos de otros países comenzaron a presionar a las autoridades laosianas para que pusiera fin al descontrol de la última década.
En el mes de noviembre de ese mismo año, el gobierno local decidió cerrar la mayoría de bares que había en el río, erradicar la venta de drogas, exigir licencias a las empresas de deportes de aventura y obligar a todos los bares a cerrar sus puertas a las 23 horas.
Hoy Vang Vieng es otra, o al menos no es el mismo lugar que nos habían contado. Los días en los que se podían ver a hordas masivas de mochileros en busca de sexo, drogas y rock&roll han quedado atrás para dar paso a un turismo más selecto, en el que el verdadero protagonista es su impresionante paisaje, que consigue dejarle a uno con la boca abierta.
Hacer tubing está permitido, pero con prudencia. Al alquilar el flotador hay que rellenar una serie de datos personales. Después, escriben en tu mano el número del flotador que te asignan y te identifica (¿en caso de muerte fatídica?). Una vez en el agua lo único que atrapa mi atención es el increíble paisaje que desfila ante mis ojos, mientras giro en uno u otro sentido, dejándome llevar libremente por la corriente del agua.
Todavía existe un puñado de bares abiertos, apeados a la orilla del río, en los que poder tomarse algo y escuchar música. De hecho, vimos a varios bañistas cerveza en mano deslizándose por las aguas del Río Nam Song, pero ninguno estaba ebrio. Todos parecían disfrutar con la situación y del entorno de manera controlada. Al fin y al cabo, cada uno debería saber lo que se hace, ¿no?
En origen, el turismo llegó a esta ciudad de la mano de viajeros amantes de la naturaleza, que querían practicar escalada o espeleología, mientras se relajaban en una atmósfera de tranquilidad y conocían el lado más rural del país. Hoy Vang Vieng quiere volver a esos tiempos, pero en ocasiones es inevitable escuchar música dance de fondo procedente de alguno de sus numerosos pubs. Poco a poco, que Roma no se construyó en un día.
Hola! Soy Patricia, fácilmente me podrás encontrar de ruta por Noruega, haciendo fotos en Seúl o comiendo paella en Ibiza. He viajado a casi 50 países y tachado de la lista algunas aventuras épicas que siempre quise vivir.
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