Los días, horas y minutos previos a cualquier viaje normalmente implican nervios y prisas de última hora. Reservas que imprimir, maletas que hacer, dinero que cambiar… pero cuando comienza el viaje, todo se olvida. Solo hay tiempo para divertirse y no pensar en nada más. Nosotros empezamos a disfrutar de esta maravillosa experiencia americana desde el momento en que nos subimos al avión de US Airways y pisamos suelo estadounidense.
Este primer relato cuenta las aventuras y, en ocasiones, desventuras de los primeros días de viaje en la ciudad de Los Ángeles. Una experiencia de cine.
Comienza el viaje…
Sobre las 10 de la mañana, Dani y yo nos pasamos por casa de Alfonsito y pusimos rumbo al aeropuerto de Barajas. Cuarenta minutos más tarde llegamos al destino, nos despedimos de Dani y una vez en la Terminal 1 buscamos el mostrador de US Airways para facturar el equipaje y recoger los billetes. Tras esperar una larga cola nos tocó el turno. Fue curioso porque por las preguntas que nos hicieron los miembros de la compañía y por cómo miraban y remiraban el pasaporte, parecía más un control policial que el procedimiento habitual para facturar el equipaje.
Una vez facturada la maleta (19 kilos de equipaje de los 23 permitidos), nos dirigimos hacia la puerta de embarque. Sin mayores problemas y sin necesidad de descalzarnos, atravesamos el control. Como todavía teníamos 30 minutos hasta del embarque, comenzamos a buscar alguna tienda donde poder comprar una guía de viaje de California, lo cual no resultó tan fácil como en un principio había pensado. Finalmente, y tras haber visitado otros dos quioscos, llegamos a uno que se encontraba justo en frente de la sala de espera para entrar en el avión. Y fue aquí donde tuvo lugar la primera anécdota del viaje: el MOMENTO HANNA MONTANA!
Yo encontré mi guía (Guía Azul, California y Las Vegas) y Alfonsito encontró el Best Seller de su vida, pero como no quería empezar a derrochar tan pronto se lo llevó debajo del brazo. El caso es que cuando buscábamos los pasaportes para enseñárselos a la tripulación del avión nos dimos cuenta que, aparte del pasaporte, Alfonsito tenía algo más en su mano… pensamos en volver a la tienda y devolver dicho ejemplar, pero seguramente hubiera sido peor el remedio que la enfermedad así que nos metimos en el avión con el super-libro incluido!!!
Ya no hay vuelta atrás… últimos sms de rigor, despedidas emotivas y desconecto el móvil. Lo primero que se nos pasó por la cabeza cuando descubrimos donde estábamos sentados fue la «suerte» que habíamos tenido cuando nos asignaron los asientos: FILA 38, penúltima del avión, al lado de los servicios y con un ruido de motores ensordecedor que nos acompañó durante todo el trayecto. Eso sí, al menos estábamos sentados el uno al lado del otro, lo cual, al parecer, fue todo un lujo. Tras siete horas de vuelo aterrizamos en el aeropuerto de Filadelfia. Ya sólo quedaba un vuelo de cuatro horas más y llegaríamos a Los Ángeles (ilusa de mí).
Al poner pié en suelo estadounidense lo primero que tuvimos que hacer fue volver a rellenar el visado de entrada al país (ya que el que habíamos mandado vía internauta no les pareció suficiente). Tras entregar los visados, nos dirigimos a pasar el control de seguridad… VAYA COLA, SEÑORES! Nosotros nos tuvimos que colocar en el lado de ciudadanos no estadounidenses. Mientras esperábamos nuestro turno, Alfonsito se dedicó a cotillear la nacionalidad de los individuos que nos rodeaban y, la verdad, no fue demasiado discreto. Seguro que alguno entendió alguna de sus paridas, como los ingleses que estaban justo delante de nosotros y que se despidieron con un “Hasta luego”.
Cuando nos tocó el turno, tuvimos que “lidiar” con el típico guardia americano que sale en las películas. Tras varias preguntas y respuestas básicas en inglés, tomó una foto de mi cara y una huella dactilar (el procedimiento habitual) y me hizo pasar a una sala donde esperé a Alfonsito. Al reunirnos, aún nos quedaba por pasar un último control y nuevo contratiempo: alguno de los dos le dijo al guardia que viajaba en pareja y este entendió que estábamos casados y lo apuntó en nuestra tarjeta de entrada al país. Inmediatamente nos apartaron de la cola y nos llevaron a una sala aparte donde tres policías con perros charlaban amistosamente. Nos preguntaron qué ocurría y tras explicárselo, uno de ellos fue a hablar con el guardia que nos había enviado allí (sin demasiados modales) y rápidamente nos permitieron el paso.
De las más de dos horas con las que contábamos para hacer el trasbordo ya habíamos consumido hora y media, por lo que teníamos algo menos de una hora para facturar y encontrar la nueva terminal. No resultó difícil, por lo que decidimos emplear el tiempo restante en cotillear las tiendas de por allí. En varias vimos que vendían gorras con las letras “PA” (Código Postal de Pensilvania, estado en el que se encuentra Philadelphia). A mí me hicieron mucha gracia y casi me compro una, pero decidí esperarme al final del viaje.
El aeropuerto de Filadelfia podría ser el aeropuerto de cualquier capital europea. Lo único que diferenciaba a este vuelo de un Madrid-Ginebra era el férreo control de seguridad que habíamos pasado a la entrada del mismo. Y llegaron las 18:10 horas, momento en el que estaba previsto el embarque del segundo vuelo del día: Filadelfia-Los Ángeles. En esta ocasión, tuvimos mucha suerte porque nos asignaron los asientos del pasillo, entre la primera y la segunda clase, con lo cual podíamos tener las piernas estiraditas durante todo el trayecto. El vuelo duró dos horas más de lo previsto debido a la lluvia, que evitó que el avión despegara antes de las 20 horas.
El viaje se hizo largo, muy largo… pero finalmente conseguimos nuestro objetivo y tras casi 18 horas de vuelos y escalas, llegamos a LAX. En cuanto aterrizamos, lo primero que hicimos fue ir a por las maletas y nuevo contratiempo: ¡¡¡Me habían roto la maleta!! Cuando llegamos a la oficina de reclamación comprobamos que había muchas otras personas a las que les había ocurrido lo mismo que a mí y, curiosamente, casi todos eran españoles. Esperamos y esperamos pacientemente hasta que me tocó el turno. En lugar de darme una maleta nueva, me tuve que conformar con una solicitud de reclamación compulsada por la mujer que me atendió que más tarde tendría que canjear en España por una maleta nueva.
El siguiente paso fue buscar la parada del shuttle o bus gratuito que nos ofrecía el hotel y que unía éste con el aeropuerto. Al parecer, este tipo de servicios está muy generalizado entre los hoteles situados a los alrededores de LAX (algo muy poco común en Europa). Cuando llegamos a la parada, se acababa de marchar el último bus de la noche así que tuvimos que pagar un taxi para recorrer los seis kilómetros de distancia que restaban hasta el hotel.
Lo del taxi fue toda una experiencia. “Gracias” a él descubrimos que en Estados Unidos TAMBIÉN hay que REGATEAR y cuanto más, MEJOR. El trayecto nos costó 20 dólares en total (de los 40 iniciales que nos quería cobrar) pero, eso sí, tardamos tres veces más que si hubiéramos ido en el bus del hotel porque el taxista, que pertenecía a una empresa que se dedicaba al transporte privado, fue parando en todas y cada una de las terminales para ver si algún otro turista tenía similar destino al nuestro.
Como llegamos por la noche, no pudimos hacernos una idea de cómo era el paisaje y el entorno, pero lo que sí vimos es a la pandilla de negros que estaba en la puerta de la discoteca situada en un edificio contiguo. Aquello nos pareció como sumergirse en una película americana de pandillas callejeras y nos sirvió para hacernos una idea del tipo de barrio en el que estábamos.
Si quieres más información sobre el hotel y la habitación en la que nos alojamos, visita la Guía de viaje: Costa Oeste EEUU.
Después del palizón del día anterior, el sábado nos levantamos sin demasiada prisa. Tras esperar a Alfonsito los quince minutos de rigor, bajamos a desayunar. Esa primera experiencia mañanera es difícil de olvidar. En lugar de una tradicional sala de desayunos de un hotel al uso, parecía que estábamos en una discoteca. Música dance de fondo mientras te tomas una tostada, ¿dónde se ha visto eso?
Cuando nos quisimos poner en marcha eran más de las once de la mañana. Como al día siguiente teníamos previsto visitar parte de Los Ángeles junto al resto de la tropa que llegaba esa misma noche, había pensado que una buena opción para ese día era ir al Getty Museum y así se lo hicimos saber al recepcionista del hotel. Rápidamente nos quitó la idea de la cabeza ya que la conexión en transporte público era muy mala y nos ofreció mejores alternativas.
Lo primero que nos dejó claro era la mala comunicación del hotel con el centro de la ciudad. Como hasta el día siguiente no teníamos coche, nos aconsejó coger el autobús que paraba cerca y visitar, en primer lugar, toda la zona de Venice Beach y Santa Mónica y, luego, desde allí, coger otro bus hasta el centro y ver la calle de Hollywood Boulevard, donde se encuentra el Paseo de la Fama, el Teatro Chico y el Teatro Kodak.
Me llamó la atención que nos persuadiera de dos cosas: – Coger el metro debido a los terremotos. Al parecer, se producen con cierta frecuencia y la población tiene mucho miedo a quedarse atrapada bajo tierra. – Y visitar el Downtown o centro cívico de la ciudad. No nos lo recomendó ya que al ser sábado el distrito financiero (lleno de oficinas) estaría desierto y podría ser peligroso para el turista. No hay que olvidar que la ciudad de Los Ángeles se encuentra entre las urbes más violentas de todo el mundo *.
* Una empresa norteamericana, Esoteric Tour, ha diseñado un circuito en el que se visita alguno de los lugares que fueron escenarios de las tragedias más espantosas de la historia de la ciudad.
Con un itinerario más o menos marcado, salimos del hotel y cruzamos una calzada de tres carriles por sentido. Cogimos el bus y tras un trayecto de unos 15 minutos, nos bajamos en una zona aparentemente residencial. Allí todas las casas tienen un minijardín delante y palmeras por doquier, igualitas que las de las películas de serie B.
Mientras nos dirigíamos a Venice, vimos un pequeño mercadillo improvisado en una de las casas. La propietaria había sacado cacharros, ropa y utensilios de todo tipo al jardín para venderlos. Muy curioso al igual que el hecho que todas las calles tuvieran un carril bici que era utilizado por personas de todas las edades (incluidas abuelitas).
Finalmente llegamos a la entrada de Venice Beach, una de las playas más famosas de Los Ángeles ya que fue uno de los símbolos de la contracultura de los años 60, y hasta hoy conserva su aire de rebeldía. Pasear por Ocean Front Walk (la avenida que bordea la costa) implica tener la oportunidad de encontrarse con artistas callejeros, lectores de tarot, musculosos personajes y vendedores ambulantes que ofrecen artesanías, además de conocer diversas tiendas de surf y gimnasios. A mí me encantó y me pareció un sitio diferente y con mucho encanto. De lo más auténtico de Los Ángeles.
Venice siempre ha sido lugar de encuentro de numerosos artistas, actores, músicos o productores de la industria del espectáculo. Fue a partir de la década de los 50 cuando este particular enclave comenzó a ganar fama internacional y se erigió como el centro de la Generación Beat.
Entre los personajes famosos que han sido residentes de esta zona figuran Jim Morrison, que vivió en Venice durante dos años y fue aquí donde conoció a Ray Manzarek para formar el núcleo de The Doors. Arnold Schwarzenegger, que comenzó su carrera como actor después de hacerse un físico-culturista regular en el famoso Gold’s Gym de Venice, cuya instalación actual afirma ser «La Meca del Fisico-culturismo.»
Recientemente han vivido en Venice actrices como Julia Roberts, Kate Beckinsale, Lana Clarkson y Anjelica Huston. Otros residentes conocidos son: los actores Viggo Mortensen, Dennis Hopper, Rutger Hauer, Bryan Callen, y Elijah Wood. Hulk Hogan y Sting también vivieron en Venice Beach al igual que el creador de Los Simpsons, Matt Groening, así como el co-creador de South Park, Matt Stone.
El sector conocido como Venice Beach, además de la playa y el paseo paralelo a ella, cuenta con la playa de Muscle Beach (punto de reunión de culturistas anónimos y famosos, como Arnold Schwarzenegger que, como ya he dicho, entrenó allí en sus años mozos), las canchas de handboll y voleibol-playa, la plaza Skate Dancing, las pistas para ciclistas, y las tiendas y residencias que tienen sus direcciones enfrente del océano. Justo delante de Ocean Front Walk encontramos una playa desierta (no hacía día para muchos baños), con los típicos puestos de vigilancia, mundialmente conocidos gracias a la serie Los Vigilantes de la Playa, protagonizada por David Hasselhoff. Sin embargo, la serie fue rodada en la Playa de Santa Monica, hacia donde dirigimos nuestros pasos.
A continuación de Venice, y siguiendo el paseo que bordea la costa, empieza Santa Monica. Es curioso porque el punto en el que termina una zona y empieza la otra no está delimitado pero es evidente, ya que el entorno cambia radicalmente. Del ambiente alternativo se pasa a uno mucho más selecto. Desaparecen las tiendas, los puestos callejeros, el bullicio e, incluso, la gente. Los únicos que rompían la tranquilidad del momento eran los ciclistas o corredores que hacían deporte por el carril bici. Por cierto, no había un “carril” para viandantes por lo que tuvimos que adentrarnos en la arena para no ser atropellados por algún ciclista.
A medida que avanzábamos, veíamos cada vez más cerca el famosísimo Pier (muelle) de Santa Monica, conocido por su aparición en películas tales como Forrest Gump o Big. Mientras caminábamos a orillas del Pacífico vimos a un gran número de surfistas con neopreno desafiando a las olas, lo que nos dejó una estampa puramente californiana.
Tras casi una hora haciendo fotos y paseando por la arena, conseguimos llegar hasta el Pier más famoso de todo el estado. Justo a su lado encontramos un cartel que anunciaba la ubicación original de Muscle Beach: “The birthplace of the physical fitness boom of the twentieth century”. Como no, allí también había gente haciendo deporte con anillas, luciendo músculo.
Justo después, paseamos por el Pier. Sobre este muelle de madera se asienta un pequeño parque de atracciones con una montaña rusa para niños y una noria con una bonita iluminación nocturna, un acuario y numerosas tiendas y restaurantes. Como ya se acercaba la hora de la comida, nuestros estómagos comenzaron a rugir y decidimos buscar un sitio donde comer algo rápido y barato cerca de allí. Tras mirar la carta de unos cuantos establecimientos, finalmente nos decidimos por el Carousel Café (1601 Ocean Front Walk, Santa Monica, CA).
Ya que era el primer día que comíamos en suelo americano, nos decantamos por probar algo nuevo y calórico. El ganador fue el corn dog, un perrito caliente clavado en un palo de madera, compuesto de una salchicha recubierta con una masa de harina de maíz frita en aceite muy caliente. A mí no me hizo mucha gracia el invento pero Alfonsito terminó encantado porque se comió el suyo y parte del mío.
Con las pilas cargadas, nos adentramos hacia el interior de la ciudad, no sin antes dar un pequeño paseo por Palisades, un parque muy agradable que se extiende entre Ocean Ave y la playa. Desde allí, las vistas que se obtienen del Pier son algo diferentes, ya que dan directamente al inmenso aparcamiento, pero igualmente bonitas. A continuación, seguimos caminando por la animada Santa Monica Blvd, atravesamos la famosa Third Street Promenade y nos paramos en una calle próxima donde había una marquesina de autobuses en la que paraba uno que nos llevaría hasta el centro (no recuerdo el número).
Llegados este punto tengo que hacer un pequeño inciso sobre la seguridad. Por todos es conocida la fama de Los Ángeles como ciudad peligrosa. Sin embargo, y salvo este incidente que os voy a contar a continuación, los días que pasé en esta urbe fueron fantásticos y en ningún momento sentí miedo o temor alguno. Dicho esto, os cuento lo que nos ocurrió. Nos subimos al autobús y nos costó un triunfo que el conductor nos dejara montarnos ya que nos exigía que pagáramos el importe exacto de los billetes en monedas (los conductores no llevan cambio precisamente como medida de seguridad ante posibles atracos). Nosotros, como desconocíamos la dinámica, no teníamos monedas sueltas y tuvimos que “mendigar” entre los pasajeros para ver si alguien tenía cambio.
Dos minutos después, teníamos los billetes en la mano y tomábamos asiento en las filas del fondo. A mitad de camino, se subió un hombre enorme de raza negra y se sentó justo detrás de nosotros. Rápidamente nos dimos cuenta que su actitud no era normal. A voz en grito comenzó a insultar y a amenazar a toda la población hispana. Era obvio que se refería a nosotros ya que en ese autobús éramos los únicos que hablábamos castellano. Yo permanecí inmóvil y calladita (lo cual me costó un poquito) hasta que dicho individuo se bajó del autobús. Y esa fue la única experiencia negativa vivida en Los Ángeles.
Durante el trayecto, que duró casi una hora, nos pudimos hacer una idea de lo enorme y plana que es la ciudad. Casi todos los edificios son casas bajas, de una o dos plantas, con un pequeño jardín justo delante de la puerta de entrada. Definitivamente, Los Ángeles no es una ciudad para andar, el coche es prácticamente imprescindible para moverse con facilidad y rapidez. Las avenidas suelen ser bastante grandes, con 3 ó 4 carriles por sentido, y los coches… un ESPECTÁCULO!. Da igual si se tiene una casa minúscula, lo importante es tener un coche del tamaño de un TANQUE. Al parecer, allí el precio de los automóviles es inferior al de España y por eso la gente se puede permitir el lujo de conducir maravillas y cambiarlas a los dos años.
Volviendo al viaje, nos bajamos en Sunset Boulevard y subimos hasta Hollywood Blvd (la paralela por arriba), donde se encuentran las archiconocidas atracciones de este barrio que, para qué engañarnos, conserva poco del esplendor y elegancia que debía poseer hace varias décadas, cuando Hollywood era la cuna de la industria cinematográfica. A pesar de todo, el pasear por el Walk of Fame, entrar al Teatro Kodak (donde tiene lugar la gala de los Oscar) o ver el Teatro Chino bien merecen una visita.
Nosotros comenzamos nuestra ruta en el número 6751, donde se encuentra la enorme tienda de lencería Frederick´s of Hollywood. Si entras, en el segundo piso encontrarás varias vitrinas acristaladas que exhiben numerosas prendas de ropa interior utilizadas por varias actrices famosas en sus películas. En la acera de enfrente, en el nº 6712 está situado el Teatro Egipcio y primer gran cine de Hollywood. A penas 150 m después se encuentra el Hollywood & Highland Center. Desde el mirador del segundo piso de este centro comercial se puede conseguir la mejor foto con el cartel de Hollywood.
Justo al lado está el Teatro Kodak, que puede ser visitado por 15 dólares (12 si se imprime el vale descuento que hay en su pág. web). Aunque teníamos la intención de hacer la visita, el tiempo se nos había echado encima y ya eran más de las cuatro de la tarde, y el teatro había cerrado.
Con un ambiente impresionante en la calle seguimos bajando hasta llegar al Grauman’s Chinese Theatre (nº 6925), que también admite visitas por 13,50 dolares. A los pies de su fachada cartón piedra se encuentran impresas en el suelo cerca de 200 firmas de estrellas del cine. En ese mismo lugar fue donde reservamos un recorrido con la agencia Starline Tours en pick-up que nos mostraría durante algo más de dos horas: cerca de 40 casas de famosos (Orlando Bloom, Michael Jackson o Nicolas Cage) Rodeo Drive, Beverly Hills, Bell-Air, Hollywood Blvd y Mulholland Drive (un mirador desde el que se obtienen unas vistas fantásticas de la ciudad y del cartel de Hollywood). Como nos apuntamos 10 minutos antes del comienzo, nos hicieron una oferta inmejorable (pagamos 10 dólares por un tour que cuesta 39).
Aunque los comentarios fueron en inglés, no fue complicado seguir el ritmo de la excursión ya que la guía iba parando a medida que llegábamos a cada casa o mansión del famoso de turno. La excursión la recomiendo 100%, sobre todo si no se cuenta con coche particular para poder hacer una visita de este tipo por tu cuenta. Hay que tener presente que las distancias en esta ciudad son enormes y que perderse es muy fácil.
Pasadas las nueve de la noche terminamos la excursión en pick-up y decidimos volver al hotel ya que el resto de compañeros de viaje que habían salido de Madrid esa misma mañana estaban a punto de llegar a LAX.
CONTINUARÁ…
Patricia
Hola! Soy Patricia, fácilmente me podrás encontrar de ruta por Noruega, haciendo fotos en Seúl o comiendo paella en Ibiza. He viajado a casi 50 países y tachado de la lista algunas aventuras épicas que siempre quise vivir.
hola Patricia, me gusta tu blog, yo vivo en la frontera de México con Estados Unidos, en Mexicali, y este viaje por la costa oeste, me es muy familiar…solo q tuviste un error cuando dices que caminaban a orillas del «Atlántico»….noooo… es el PACIFICO…Océano Pacifico… bellisímo por cierto!!!, saludos y buscare si tienes continuación de este viaje, me encanta como escribes
y visita mi país México quedaras encantada…
Hola Juanita,
Tienes toda la razón. Gracias por la corrección, ya está modificado. La costumbre de hablar sIempre sobre el Alántico, que es el que me pilla más cerca 😉
Desgraciadamente, no hay continuación de estos relatos por la Costa Oeste, pero espero volver este año para proseguir con los mismos.
De tu país siempre he escuchado maravillas, es otra de mis asignaturas pendientes…
Se me acumulan los destinos!!! Confío en pisar suelo mejicano en breve y contároslo por aquí, como siempre 🙂
Un abrazo viajero,
Patricia
OOO Patricia, he topado por casualidad con tu blog y me has dejado en ascuas. He llegado aquí, obviamente porque voy a ahcer un viaje como el tuyo, en breve… dentro de un mes estaré de ruta por California!!! Y por la web busco consejos, opciones, rutas..no tiene continuación?? gracias por compartir tu experiencia!!
Laura!
Disculpa la demora pero llevo unos meses de cambios y hasta hoy no he tenido tiempo para responder comentarios. Me temo que ya estás de viaje o incluso de vuelta.
Prometo completar la info de ruta en un futuro no muy lejano 😉
Cómo ha ido tú viaje? Cuáles han sido tus sensaciones?
Saludos viajeros y gracias por seguirme!
Hola Inma, Marita… muchas gracias por vuestras palabras. Espero que disfrutarais de vuestros viajes (o tal vez estéis en ello). Ya me contaréis a la vuelta qué tal fue la experiencia. Seguro que fantástica porque la Costa Oeste es una fuente inagotables de sorpresas para el viajero.
Saludos y hasta pronto!
¡Hola Patricia!
Acabo de topar con tu blog por casualidad mientras preparo mi viaje de 10 días a California.
Soy del gremio y tengo que decirte que enhorabuena, que tiene una pinta estupenda y que creo que me vas a ayudar mucho.
Un abrazo fuerte.
http://www.viajesdemarita.com
This is the right blog for anyone who would like to understand this
topic. You realize so much its almost hard to argue with you (not that I actually would
want to…HaHa). You certainly put a brand new
spin on a subject that has been written about for decades.
Excellent stuff, just wonderful!
Muy interesante, pero… y el resto???
Me he quedado con ganas de más
[…] Viaje a la Costa Oeste de EEUU. Los Ángeles, la ciudad del cine (1) […]