El lago Baikal en invierno. Un paisaje insólito

Como viajera y autora de un blog de viajes gusto mucho de leer los post que otros compañeros blogueros escriben sobre los destinos que voy a visitar en breve, antes incluso que las propias guías de viaje. Cuando busqué información sobre el lago Baikal, uno de los platos fuertes del Transiberiano, no fui capaz de encontrar ninguno que hablara sobre cómo era el lago durante el período invernal, lo cual me llevó a pensar dos cosas: que era pura casualidad o que estaba como una cabra.

Aunque me incliné por la segunda opción, la experiencia que allí viví me hizo pensar que no podría haber elegido mejor momento para visitar este lugar, más popular y turístico durante el verano, inhóspito y auténtico en invierno.

¿Qué es el lago Baikal?

Para los que no lo sepan, el lago Baikal es el mayor de los lagos de agua dulce de Asia y el más profundo del mundo. Tiene un total de 31.494 km cuadrados de superficie: 650 km de largo y entre 29 y 80 de ancho. Su profundidad alcanza los 1.637 m. Además, contiene el 20% de agua dulce del planeta, por lo que si se extendiera uniformemente toda esta agua sobre la superficie de la Tierra, éste quedaría cubierto por 20 cm de agua. Impresionante.

Por todos estos datos y su belleza tan peculiar, es parada obligada de todos aquellos que hacen el Transiberiano o cualquiera de sus variantes ya que se encuentra antes de llegar a Ulan Udé, la ciudad en la que se dividen los caminos de las diferentes variantes.

A las 9 de la mañana cogimos el minibús o marshrutkas que nos llevaría directos al que sería nuestro hogar durante los siguientes cuatro días: la isla de Olkhon. Para los Buryats que habitan en la región del lago Baikal, dicha isla es un lugar espiritual. Tanto es así que uno de los enclaves más encantadores que visitamos, Shaman’s Rock, es uno de los nueve lugares más sagrados de toda Asia.

Llegada a Khushir, un escenario de película

Cuando llegamos a Khushir, el campamento base para visitar la isla, uno a uno fueron bajando todos los pasajeros que nos habían acompañado a lo largo de las 6 horas de trayecto desde Irkutsk. Todos eran locales que no hablaban ni papa de inglés, por lo que no pudimos preguntarles si conocían algún hostal donde pudiéramos alojarnos que no fuera Nikita’s Guesthouse. Un complejo de cabañas enorme en el que duermen la mayoría de turistas que llegan a Khushir.

Como queríamos absoluta tranquilidad y un alojamiento muy muy barato, Nikita no era buena opción (800 rublos por persona/noche con pensión completa), demasiado caro para nuestro presupuesto de mochileros. Sin rumbo fijo comenzamos a vagar por la «ciudad» en busca de alojamiento pensando que no resultaría complicado pero ¡vaya si lo fue!

Khushir parecía ser el escenario idóneo para rodar la próxima película de Tim Burton. Calles de tierra, casas destartaladas de madera a un lado y a otro y ni un alma por la calle, salvo decenas de perros que nos hacían compañía en nuestra búsqueda frustrada.

Mientras caminábamos vimos dos o tres tiendas de alimentación que era lo único que parecía abierto. Los restaurantes, el ciber café y las oficinas para contratar tours por el lago estaban cerrados a cal y canto. ¿Tendríamos que dormir a la intemperie?

Un poco a la desesperada, entramos dentro de la parcela de lo que parecía una casa privada porque escuchamos a gente hablando y para nuestra sorpresa resultó ser un futuro hotel en construcción. Finalmente nos alojamos en una de las habitaciones que ya tenían terminadas por 300 rublos por noche. Más económico imposible.

Lo siguiente en la lista era ver cómo nos las íbamos a apañar para conseguir dinero y salir de la isla ya que no llevábamos suficiente dinero en efectivo para pagar el alojamiento y la comida de los días que íbamos a estar allí (craso error). Por suerte, Nikita’s Guesthouse nos cambió algunos euros a rublos (cobrándonos un tanto % de comisión) suficientes para llegar a nuestro próximo destino en la ruta.

Los siguientes días aprovechamos para descansar del ritmo agotador de trenes nocturnos y visitas diurnas de los últimos días y dar largos paseos por los alrededores de Khushir ya que las excursiones por la isla nos costaban del orden de 100 euros en adelante.

A pesar de no encontrar el lago completamente helado (la mejor época es a partir de enero), el paisaje era alucinante y gélido.

Durante la temporada invernal se pueden hacer muchas actividades interesantes y divertidas como, por ejemplo, pescar en mitad del lago y dormir en un iglú, recorrerlo a lomos de un trineo tirado por perros o en moto de nieve y, para los mas atrevidos, hacer submarinismo bajo la espesa capa de hielo.

Sin casi darnos cuenta, nuestros cuatro días de vacaciones de nuestras vacaciones se habían evaporado y llegó el turno de poner rumbo a Ullan Udé, no sin antes hacer una parada en el camino en Slyudyanka, una población sin casi turismo ni encanto situada a los pies del Baikal, pero que nos ayudó a observar de cerca la manera de vivir de un ruso de Siberia en un día cualquiera.

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