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Una vez terminado en Transiberiano era el turno de abordar un nuevo país. Para ello fuimos de Rusia a Corea del Sur en ferry. Impresiones de 24h en alta mar

De Rusia a Corea del Sur en ferry. Mi primer viaje en barco

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Al fin llegó el momento de abandonar Rusia, su invierno congelado, el Transiberiano, sus trenes, sus gentes… y ocupar la mente con el siguiente país en la agenda. Para sorpresa incluso nuestra, el próximo destino era Corea del Sur. Un país alejado del turismo masivo y con un pasado (e incluso presente) algo turbulento debido a los problemas políticos con su vecina Corea del Norte.

Lo cierto es que visitar nuevos países de los cuales no se cuenta con excesiva información, como fue el caso más adelante de Taiwán o Sri Lanka, aporta un plus de ganas y energías por sacarle el mayor provecho a la experiencia. Uno de los factores más positivos es que se llega al país sin casi expectativas, por lo que es fácil dejarse seducir por lo desconocido, encontrando en la mayoría de los casos agradables sorpresas. Ese fue el caso de Corea del Sur pero, antes de adelantar acontecimientos, voy a centrarme en el trayecto en barco desde Vladivostok (Rusia), última parada del Transiberiano, a Donghae, ciudad portuaria surcoreana.

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De Rusia a Corea del Sur en ferry

Aunque nuestra idea inicial era llegar a China, finalmente no conseguimos el visado en territorio ruso por lo que tuvimos que cambiar los planes y Corea del Sur se presentaba como una buena y «exótica» opción. Desde allí podríamos coger otro barco que nos llevaría hasta Japón y así, poco a poco, continuar con nuestro itinerario sin coger un solo avión. Un objetivo muy bohemio pero, como veríamos en el futuro, poco práctico.

De todas las opciones que barajamos, llegar a Corea del Sur en barco era la mejor. Para ello compramos un billete en clase turista con la compañía DBS Cruise Ferry. El trayecto duraba 22 horas, por lo que había que hacer noche dentro del barco. Finalmente compramos el ticket de ida por el «módico» precio de casi 170 euros… esperando que el desembolso hubiera valido la pena.

A las 14 horas partía el ferry con destino a Donghae, dejando atrás las heladas aceras de Vladivostok…

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Nada más iniciar el trayecto, recuerdo que subí a la terraza del barco para poder tomar algunas fotos. El aire era gélido y a medida que pasaban los minutos sentía como mis dedos, desnudos para mover con soltura la cámara, se iban congelando poco a poco… al igual que las montañas que se sucedían a izquierda y derecha, todas peladas y cubiertas por una fina capa de nieve.

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El interior del barco no contaba con los servicios que se presupone que tienen los ferries de estas dimensiones, o que al menos yo pensaba que tendría, tales como: cine, pub-discoteca, varios restaurantes y piscina en la terraza superior. Sólo había un restaurante y un par de tiendas pequeñas para comprar algún tentempié, el resto de la superficie estaba ocupada por habitaciones de clase turista y superiores. A pesar de todo, la experiencia fue genial, sobre todo en mi caso, ya que era la primera vez que dormía en alta mar.

Al viajar en clase turista, las camas estaban repartidas a lo largo de varios pasillos, a ambos lados y en dos alturas. Lo cierto es que eran bastante amplias, limpias y cómodas, por lo que el descanso fue satisfactorio, a pesar de algún que otro vecino ruidoso.

Si en algún momento decidís comprar un billete con esta compañía para cualquiera de los trayectos que realiza, os aconsejaría que compréis la comida con antelación, ya que los precios dentro del barco son un poco abusivos.

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Tras casi un día leyendo, escribiendo, durmiendo, pensando, subiendo a cubierta y volviendo a hacer todo por segunda y tercera vez… llegamos a Donghae y con ella a la esperada y ansiada Corea del Sur, un país que era un auténtico interrogante al que pronto daríamos respuesta.

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En breve os cuento cuales fueron mis primeras impresiones en suelo surcoreano. Continuará…


Hola! Soy Patricia, fácilmente me podrás encontrar de ruta por Noruega, haciendo fotos en Seúl o comiendo paella en Ibiza. He viajado a casi 50 países y tachado de la lista algunas aventuras épicas que siempre quise vivir.

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